La avaricia rompe el saco

Ante esta noticia, me vino a la mente otra, en la que, hace unos días, el activista Glen Stephen decidía coger una escoba para ponerse a limpiar los residuos y la vegetación sobrante de algunos tramos del acueducto de Segovia, ante la pasividad del Ayuntamiento de la ciudad (el cual argumentaba su descuido debido a la falta de fondos).
Quizás mi reflexión ante estos dos sucesos sea meterme en terreno pantanoso, quizá sería meterme en temas políticos, pero la arquitectura está en el medio de todo esto y por tanto creo que es conveniente comentarlo. Aunque ambas noticias no tienen mucha relación, hay algo en el fondo que las une: el dinero.
Y es que en España conocemos una gran variedad de casos de "arquitectura muerta", donde los gobiernos de las distintas regiones del país deciden embarcarse en grandes proyectos arquitectónicos al servicio del pueblo: desde un aeropuerto fantasma en Castellón donde todavía no se ha visto ni un avión, pasando por una pasarela de Fórmula 1 en Valencia que se usó 15 días en 5 años, una ciudad de la cultura en A Coruña donde la biblioteca es tan grande como la de Berlín y hasta un spa en Alicante considerado como uno de los más caros del mundo.
¿Qué es lo que se les pasa por la cabeza a los señores que están ahí arriba tomando decisiones? No tiene ningún sentido tomar la decisión de construir grandes edificios diseñados por algunos de los mejores arquitectos del país o incluso de gran reconocimiento internacional, cuando no son necesarios y por tanto no van a tener ningún tipo de uso (en parte porque ya existen otros espacios destinados a lo mismo) o su mantenimiento va a resultar demasiado caro por ejemplo.
A pesar de ello, no hay dinero para invertir en el cuidado de las antiguas construcciones, esas que llevan siglos acompañándonos: edificios, espacios y monumentos que son grandes maravillas de la historia, todas ellas irrepetibles, piezas de museo. Algunas de ellas fueron destruidas por los fenómenos naturales como la erosión de los relieves de algunas edificaciones románicas o el cubrimiento de la ciudad de Pompeya tras la erupción de un volcán; otras por el terrorismo cultural como los grafitis en la catedral de Santiago de Compostela o el ataque a la ciudad de Palmira... Y otras destruidas por la falta de interés.
Por eso, ¿De qué sirve que Zaha Hadid diseñara un puente para la Expo de Zaragoza 2008 o Herzog y de Meuron crearan el Forum de las culturas de Barcelona si van a suponer más que un beneficio, un gasto? Las ciudades no necesitan proyectar edificios ambiciosos para mostrar su grandiosidad y su evolución, porque antes que éstos, hay muchos otros con bastante más carretera que necesitan ser conservados. Con esto no niego la creación de nuevos espacios, pero siempre y cuando sea para fines totalmente reales y necesarios y además no supongan presupuestos desorbitados.
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