No sólo es cuestión de gusto
Constantemente somos bombardeados por imágenes propagandísticas,
ya sean publicitarias o informativas por ejemplo. A pesar de que con el paso
del tiempo sea más difícil llamarnos la atención, éstas siguen sin pasar de
largo ante nuestras miradas. ¿Qué es por tanto lo que hace del cartelismo algo
tan atrayente? Quizás sea algo tan sencillo como el subconsciente.
Entre otras cosas, para que un cartel funcione, el diseñador
se aprovecha de esa “mochila” interior que llevamos cada uno marcada en gran
medida por la sociedad en la que vivimos, las experiencias personales y el uso
de unos elementos artísticos que además condicionan las dos anteriores.
Entre estos elementos, podemos destacar algunos como el uso
de las leyes de la Gestalt, un conjunto de trece reglas que explican el origen
de las percepciones (de las formas) a partir de los estímulos; las tipografías
y la psicología del color, cuyo uso marcan una conducta determinada en el
espectador sobre la obra; y el recorrido visual, conseguido gracias a la
relación de los elementos que participan en el cartel, muy importante para su
completa lectura.
A pesar de esto, la predecesora del cartelismo, la pintura,
fue la primera en hacer uso de algunos de estos elementos como el color, el
recorrido visual, la escala de los objetos, etc. De esta manera, los autores de
grandes obras a lo largo de la historia, consiguieron que al espectador le
llegase de forma sencilla un mensaje claro, provocándole así una serie de
sensaciones. Entre estas obras podríamos destacar “Virgen del Canciller Rolin”
de Van Eyck.

Pero, por mucho que la pintura tenga ese poder sobre
nosotros, siempre habrá una sensación que nunca podrá controlar: la del tacto y
el olfato. Porque, en la decoración de interiores, los únicos capaces de
transmitir algo mediante estos sentidos son los materiales.
Nos han acompañado desde el principio de los tiempos, tanto
para la construcción de los propios edificios, como para el revestimiento de
éstos e incluso para la realización de los muebles y sus tapizados, donde su
valor principal está en el tacto.
Gracias a esos elementos tangibles, podemos decir que un espacio
interior no sólo nos evoca, sino que realmente sentimos frío, suavidad o dureza
por ejemplo. Pero… ¿Por qué unas sensaciones nos resultan agradables y otras
no?, ¿Qué porcentaje de nuestro criterio es personal y qué porcentaje está
medianamente establecido?.
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