El cliente siempre tiene la razón
Hace unas semanas, comentaba con mis amigas lo enriquecedor que sería trabajar junto a ellas en proyectos de interiorismo, ya que en algunos aspectos del diseño coincidimos, mientras que en otras ocasiones tenemos gustos totalmente distintos. Creo por tanto, que se convertiría en una experiencia de la que se podría aprender y sacar provecho unos de otros; proyectos con los que fantasear acerca de los acabados, los materiales, el mobiliario, donde el único límite es nuestra creatividad y nuestras capacidades... hasta que llega el cliente.
Está claro que ante un encargo, uno no trabaja para uno mismo, sino que tiene que tener en cuenta el programa de necesidades y gustos del cliente. Por tanto, nuestra misión sería resolver un problema y hacer realidad la solución ante ello.
Pero, ¿Hasta qué punto el cliente deja de ser cliente y se convierte en el propio interiorista?. Un par de pequeños encargos a lo largo de este verano, hicieron replantearme de verdad, si era necesaria mi presencia, ya que el cliente sabía qué quería, cómo lo quería y de qué manera lo quería pero ojo, necesitaban aún así mi ayuda...
Por eso, no sé hasta dónde el interiorista, debe estar bajo las más estrictas órdenes del cliente, donde no se permiten apenas otras posibilidades, propuestas o mejorías. Si lo tiene tan claro, ¿por qué me necesitan?, ¿No se dan cuenta de que es un gasto de dinero innecesario para unos y una pérdida de tiempo para otros?. Todo ello, hizo que pensara en mi futuro en este mundo.
Supongo que cuando uno está empezando, es lo que toca, tragar porque no te queda otra, pero, como dijo RCR Arquitectes en una charla del año pasado en la escuela, ellos hacían cosas "para la gente que mostraba interés en lo que hacían". Y es que yo lo creo así, porque, de no serlo, ¿Qué resultado iba a salir de un diseñador al que se le ha coartado su forma de trabajo?
Con esto, no quiero tampoco poner en evidencia a nadie, ya que en la vida hay de todo: algunos son como los mencionados anteriormente, otros pocos dan carta blanca y te permiten hacer lo que quieras y luego, hay una mayoría que tienen la mente abierta a nuevas soluciones y variantes de lo que ellos tenían pensado; son personas que acuden a un especialista a que les asesoren, les ayuden. Éstas, entienden el concepto de que el diseño es un diálogo entre ambos, un trabajo que va de la mano tanto del cliente como del interiorista. De esta manera, estoy seguro de que el proceso de diseño es mucho más fluido y llevadero para las dos partes.
Está claro que ante un encargo, uno no trabaja para uno mismo, sino que tiene que tener en cuenta el programa de necesidades y gustos del cliente. Por tanto, nuestra misión sería resolver un problema y hacer realidad la solución ante ello.
Pero, ¿Hasta qué punto el cliente deja de ser cliente y se convierte en el propio interiorista?. Un par de pequeños encargos a lo largo de este verano, hicieron replantearme de verdad, si era necesaria mi presencia, ya que el cliente sabía qué quería, cómo lo quería y de qué manera lo quería pero ojo, necesitaban aún así mi ayuda...
Por eso, no sé hasta dónde el interiorista, debe estar bajo las más estrictas órdenes del cliente, donde no se permiten apenas otras posibilidades, propuestas o mejorías. Si lo tiene tan claro, ¿por qué me necesitan?, ¿No se dan cuenta de que es un gasto de dinero innecesario para unos y una pérdida de tiempo para otros?. Todo ello, hizo que pensara en mi futuro en este mundo.
Supongo que cuando uno está empezando, es lo que toca, tragar porque no te queda otra, pero, como dijo RCR Arquitectes en una charla del año pasado en la escuela, ellos hacían cosas "para la gente que mostraba interés en lo que hacían". Y es que yo lo creo así, porque, de no serlo, ¿Qué resultado iba a salir de un diseñador al que se le ha coartado su forma de trabajo?
Con esto, no quiero tampoco poner en evidencia a nadie, ya que en la vida hay de todo: algunos son como los mencionados anteriormente, otros pocos dan carta blanca y te permiten hacer lo que quieras y luego, hay una mayoría que tienen la mente abierta a nuevas soluciones y variantes de lo que ellos tenían pensado; son personas que acuden a un especialista a que les asesoren, les ayuden. Éstas, entienden el concepto de que el diseño es un diálogo entre ambos, un trabajo que va de la mano tanto del cliente como del interiorista. De esta manera, estoy seguro de que el proceso de diseño es mucho más fluido y llevadero para las dos partes.
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