Sueños hechos realidad

Hace semanas, la revista AD publicaba en su página web un artículo sobre el barrio madrileño de Orcasitas, considerado como uno de los mejores ejemplos del movimiento ciudadano y del urbanismo español de mitades del siglo pasado.

Orcasitas nació sobre un desolado terreno como consecuencia del movimiento migratorio de manchegos, extremeños y andaluces, que dejaban atrás su vida como campesinos para encontrar un nuevo trabajo en la capital. Así pues, los nuevos habitantes de esta zona comenzaron la construcción desde cero de sus propias viviendas, tal y como ocurrió en el barrio de la Chantrea de Pamplona durante los mismos años.

El amontonamiento de personas en la ciudad y por tanto, la escasez de viviendas, provocó tal descontento entre los vecinos que el régimen se vio obligado a tomar rápidas decisiones al respecto. De esta manera, el ayuntamiento de Pamplona recibió en concepto de donación por parte de la Chantría, chantre de la Catedral, unos terrenos de casi 70000 metros cuadrados en los que construir 320 viviendas protegidas, las cuales serían también ocupadas por sus propios constructores. Así pues, la decisión tomada desembocó en la creación del Patronato Benéfico de la Construcción, dependiente del Instituto Nacional de la Vivienda. 

Además de los terrenos, el Patronato facilitó los materiales, la Diputación la madera y las empresas de construcción las herramientas, grúas y camiones. Estas empresas se organizaron en varios grupos de trabajo y con la ayuda de carpinteros y guardas de obras, en 1950 comenzaron las obras; a cada uno de éstos, se les asignó un número concreto de viviendas repartidas entre las distintas calles.

A pesar de esto, quienes más aportaron en la construcción del barrio fueron efectivamente los propios vecinos, que tras una dura jornada de trabajo se metían de lleno en la obra para así cuanto antes, hacer sus sueños realidad. Aun así, no todo iba a ser negativo, puesto que durante ese tiempo recibieron más alimento del que constaba en sus cartillas de racionamiento porque trabajaban más horas. 

Después de dos años, se procedió a la entrega de las viviendas ya terminadas, las cuales se repartieron mediante un sorteo, ya que la construcción de todas ellas fue de manera igualitaria. Aun habiendo distintos tipos de viviendas, todas ellas tenían dimensiones similares, constaban del mismo número de habitaciones y además iban acompañadas de un pequeño terreno que algunos utilizaron como huerta y gallinero; así una vez obtenidos sus frutos, los vecinos los intercambiaban entre ellos a modo de trueque. 

Fue de esta forma, tal y como el barrio siguió creciendo a lo largo de sus siguientes fases, convirtiéndose hoy día en en uno de los monumentos históricos, no artísticos más importantes de Pamplona gracias a su arquitectura tan sencilla y tan modesta de materiales. 





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